lunes, 16 de agosto de 2010

5 propuestas hacia una arquitectura mestiza.

Por el momento hacemos entrega del texto introductorio y el planteamiento de una de las propuestas: El Riesgo. En los próximos dias el resto de los planteamientos.

Social y científicamente se ha construido e instrumentado una idea acordada de espacio, y atención!!! no es solo una idea, pues también habitamos en ella: El Espacio Euclidiano.

Sobre el espacio Euclidiano se han elaborado y desplegado los propósitos disciplinares, teóricos y críticos de la arquitectura; y por muchos años desde este sistema geométrico y material se han enfilado todos los recursos, intereses e instrumentos para responder, sobre-estructurar y elaborar lo que denominamos el propósito disciplinar de la arquitectura: La arquitectura como instrumento que da forma al vacío.

A pesar de que este acuerdo-costumbre es transferido a nosotros desde las academias casi desde el primer día que ingresamos a la educación disciplinar, pareciera que no nos hemos detenido a indagar de manera rigurosa si este acuerdo-costumbre es todavía vigente para las condiciones ecosociales sobre las cuales nos des-empeñamos actualmente, o si los instrumentos disponibles que permean nuestras relaciones desde el mundo digital o desde el ingreso del colectivo a un amalgamamiento a la fuerza de un estado de riesgo permanente son útiles para construir un espacio más amplio, simétrico y transparente. Esta reflexión sobre la arquitectura como instrumento que da forma al vacío ha pasado casi desatendido por la crítica, las escuelas y la práctica como tal, puesto que desviaciones materiales producidas gracias a los nuevos instrumentos digitales, la crisis económica del modelo occidental y la innecesaria reflexión sobre el paisaje (visto como una colección de objetos que suponen un telón de fondo para insertar lo sublime) han hecho que se de continuidad a las tradiciones ópticas antropocéntricas, sin detenernos a repensar si los propósitos de la disciplina deben ser actualizados. Esta desatención ha producido el refuerzo de los léxicos heredados, haciendo que nuestra idea acordada de espacio con sus valores críticos e instrumentos disciplinares se hayan derivado inercialmente y, por lo tanto, no hacen ninguna justicia a la relación y al vínculo que tienen los humanos y las cosas en el mundo real.

El tiempo, las 3 dimensiones “oficiales” que constituyen el espacio y los 3 propósitos tradicionales disciplinares, con su teoría y crítica correspondiente casi invariables en la historia de la arquitectura - Utilitas, Firmitas y Venustas - no son suficientes para instrumentarnos en la redefinición de la disciplina, por lo tanto es preciso dar un paso adelante y tomar distancia, para poder construir una relación más simétrica entre humanos y no-humanos en la ocupación-uso-desempeño en-del espacio. Este esfuerzo vale la pena hacerlo para elaborar de manera reflexiva una práctica disciplinar más abierta, sin la melancolía historicista o moral que reclama constantemente y casi desde una perspectiva Judeo-Cristiana la simpleza volumétrica, la razón funcional y la austeridad material; donde de manera hipócrita se da como valor ejemplar la aparente pobreza y “la racionalidad” como cualidades duraderas, pero se castiga la complejidad, lo mestizo y lo bastardo. Definitivamente es más fácil reconocer genealogías que construir variaciones.

Sin lugar a dudas nos debemos a las cosas y lo que (nos)hacemos en ellas, entonces, por qué en este sistema de valores críticos sólo invocamos lo bello por la pureza volumétrica y la honestidad del material como rangos de análisis, y dejamos de lado el análisis sobre los procesos que se dieron para hacer la construcción posible, por qué cerramos el lente de análisis y descartamos series de valores y hechos si esto no hace más que alejarnos de las cosas, de sus procedimientos de formación y formulación?

Paradójicamente, por ahora sólo podemos empezar por operar sobre el ensamble de un dispositivo teórico -al menos para usarlo temporalmente- que permita transformar la vista crítica y estática tradicional de que los edificios son objetos cerrados, terminados y finitos; y al mismo tiempo erosionar la práctica y la noción del arquitecto como aquel genio creador que bajo el “influjo” de la inspiración y apoyado sobre las continuidades subjetivas de la historia, apalancado en la realidad de la materia de lo visible extiende la tradición “haciendo edificios” que serán habitados.

Deshacer este nudo disciplinar requiere que comprendamos que una nueva práctica necesita y requiere de una nueva critica; y una nueva crítica necesita de una nueva práctica. Pasar de mirar los hechos construidos a incluir de manera simultánea la construcción de los hechos.

El reto es construir una aleación-puente que no haga diferencia entre las dos actividades y nos permita construir un tercer orden: Una practica teórica y una teoría práctica. Pero para acercarnos a lograr tan liso propósito, debemos abrir la puerta a la idea de que una dimensión es una capa de interferencias no necesariamente materiales o técnicas, sino un hilo transversal que nos permita dotar de trazabilidad1 a la arquitectura, no sólo como espacio material y fenomenológico, vacío y moldeado o inserto en una tradición o estilo, sino también como capas de procesos desarrollados desde el momento mismo en el cual el encargo esta por llegar a la mesa del arquitecto y que este debe ensamblar y vincular a todos los agentes que harán posible el proyecto hacia el cuál se encamina y donde empieza su largo viaje a través del bosque de los funcionarios públicos, los descuentos en el precio del material que hace que un cliente cambie de aspiración estética, el accidente de tinta en la impresora que alarga el volúmen sobre la superficie del plano - variando las proporciones que se tenían “planeadas”, el error en la dosificación de la arena que hace que el concreto quede más amarillo y que las cosas que así aparentaban ser una cosa, terminan siendo otra.

Estas desviaciones del trabajo nos indagan a pensar sobre como se hicieron las cosas y no sobre el cómo quedaron al momento de la inauguración. Puesto que una cosa es la elaboración del proyecto y hablar de los procesos y la manera como los arquitectos se plantean los problemas y su práctica (quién escribe sobre esto? quién lo estudia?) y, otra cosa es escribir, analizar y polemizar sobre los edificios una vez entran en construcción y su posterior apropiación. Pero precisamente, esta óptica que aquí proponemos pretende no diferenciar entre estos dos recorridos, pretendemos hacerlo uno y para esto pretendemos vincular los intereses del arquitecto, sus vicisitudes y las diferentes agencias por las que atraviesa el proyecto para poder llevarlo a cabo, darle forma, hacerlo construible; cómo los sucesos que se desempeñan en los proyectos, en su construcción y su ocupación, lo hacen dinámico y lo localizan bastante lejos de aquel sistema moral de valores antropocéntricos y estáticos de análisis y crítica.

La crítica y la historia de la arquitectura salpican a la práctica de omisión sin poder establecer cruces que le permitan hacer seguimiento a las decisiones y sus repercusiones en el proceso de “vida” de un espacio o edificio, bien sea desde las intenciones e intereses que emergen desde el escritorio del arquitecto, el pantano en la obra causante de un retraso en el vaciado en el concreto y, por ende, la modificación de los acabados especificados desde el estudio del arquitecto, las demandas de los clientes hacía X ó Y estilo que hacen modificar el espacio donde el visitante compra y consume unas galletas de chocolate y bebe café un sábado en la tarde.

Dónde localíza la crítica y el arquitecto este material? Cómo lo usa? Le hace algún seguimiento? Plantearnos un nuevo set de criterios de análisis y reflexión que no hace diferenciación entre lo que sucede en el estudio del arquitecto y las repercusiones que tienen dichos eventos en la construccion del edificio y luego en la vida que el edificio es capaz de desarrollar, albergar y desempeñar, nos facilita y ayuda a construirnos una nueva óptica de análisis y relación crítica.

Por lo pronto, proponemos cinco nuevas dimensiones-ópticas para este nuevo set de criterios para el análisis y desempeño crítico-teórico-práctico:

Riesgo
Performatividad
Capacidades
Principio de Difusión y Convección
Intercambio

Por qué valorar criterios de riesgo, performatividad, capacidades, principio de difusión-convección y el intercambio en la arquitectura mestiza como criterios nuevos?

Cinco nuevos criterios adheridos a la definición de arquitectura mestiza2 nos permiten pasar de manera continua - sin hacer diferencia de donde estan radicados los valores - desde la mesa del arquitecto hasta el edificio en funcionamiento, incluso si estos pudieran tener un manual de domolición incluido. Estos criterios nos permiten construir una nueva oportunidad disciplinar y por lo tanto nos abren una posibilidad amplia de espacios de oportunidad a ser llenados, ocupados y redefinidos desde la administración, producción y gestión del espacio y las implicaciones de las acciones desplegadas desde allí adentro, desde la acción misma.

Propuesta 1: Riesgo3

Si entendemos el riesgo como el insumo para la innovación, nos damos cuenta de que el asumir nuevos desplazamientos conceptuales por fuera de la disciplina estrictamente definida nos permite ampliar el rango de acción, de participación, y porque no, de la oportunidad de operar de manera menos antropocéntrica, aceptando el ingreso del cambio desde nuestro que hacer diario. Es decir, sacar de manera vascular el estatismo de la arquitectura como piezas terminadas y de alguna manera, hacerlas mover, circular por las cadenas de transformación, análisis y acción que este criterio supone. Si desde el mismo escritorio de trabajo somos capaces de localizar estados de cambio en el proyecto, abrir el sistema a la transformación, no estamos acaso modificando la disciplina misma? y como tal las estructuras de juicio sobre las cuales valorar el “exito” de la intervención (proyecto)?

Nos interesa medir el riesgo que se asume desde el escritorio del arquitecto. Que esta dispuesto el arquitecto a encontrar arriesgando sobre lo desconocido? Es este capáz de abandonar el hilo de Ariadna al regreso del laberinto disciplinar, soltarse y buscar otras salidas? Sobre que nivel de certezas trabaja el arquitecto? Repite este la herencia de su educación? Que se entiende por falla? Es esta un insumo para la experimentación y el testeo de sus intenciones? O es esta una desviación del propósito incial no tenido en cuenta? Una reacción no codificada en los planos?

Para acercarnos de manera comprensiva a estos interrogantes hemos dispuesto de cuatro escalas de valoración.

A mayor diversidad (proyectos, actividades, perfiles) más riesgo.
Pensamos que en la medida en la que el arquitecto es capáz de ampliar su rango de acción establece un territorio de interacción e intercambio más amplio, por lo tanto, la exigencia que esto le supone, le obliga de manera constante a establecer puentes procedimentales entre las diferentes actividades que desempeña, haciendo que su práctica se vea deslocalizada de la definición de: Estudio, taller, patrón, jefe, empleados, jerarquía, etc. Esta relocalización hace que necesariamente, los codigos de relación al interior del lugar de trabajo sean desplazados y aproximados a la idea de agencia, a la colaboración, a la duda permanente, a la investigación, experimentación y testeo. La información dentro de un espacio de elaboración bajo estas caracteristicas, fluye y circula de manera diferente, constituye realidades y miradas mas robustas.

A mayor estabilidad, menos riesgo.
En la medida en que se tiene mayor confianza, el confort intelectual y de inactividad aumenta, dando como resultado cierta oposición a la búsqueda de otras opciones de acción, las certezas son almohadas en las que se puede dormir placidamente. Esta claro que la necesidad es un motor para desarrollar instrumentos. La estabilidad en la naturaleza no existe. Y si trasladaramos dicha condición a la actitud del arquitecto, solo nos queda concluir que la estabilidad es el ancla a un momento, a un tiempo, pero todos los insumos que alimentan nuestra profesión son cambiantes. Sino estamos dispuestos a asumir y a permitir la entrada de factores de desequilibrio en nuestros proyectos, y a aceptar al estado de inestabilidad como insumo proyectual es difícil generar nuevas opciones y espacios de oportunidad.

A mayor incertidumbre más riesgo. A mayor cantidad de recursos menos riesgo.
La innovación es una apuesta riesgosa. Decidirnos a hacer lo que no hemos hecho es precisamente vincularse con el cambio y con la definición de Vanguardismo que Peter Sloterdijk nos presenta en su texto Esferas: “ Vanguardismo es la capacidad de forzar a todos los miembros de una sociedad a decidirse sobre una propuesta que no proviene de ella misma.”
La incertidumbre y la falta de recursos entendidas como estimulo creativo y de acción nos presenta un sinnumero de oportunidades operativas, pues nos obliga a dudar de lo existente y a reinstrumentalizarnos para aprehender lo desconocido, es precisamente soltar el hilo de Ariadna y aventurarse a no salir del laberinto, pero a conocerlo y habitarlo. La incertidumbre nos estimula a construir herramientas y como efecto a transformar el mundo a través de nuevos instrumentos, a elaborar nuevos ordenes, formas, acciones y acuerdos, imposibles de elaborar sobre estados de certeza.

1. Se entiende como trazabilidad aquellos procedimientos preestablecidos y autosuficientes que permiten conocer el histórico, la ubicación y la trayectoria de un producto o lote de productos a lo largo de la cadena de suministros en un momento dado a través de unas herramientas determinadas. Vale la pena pensar que la arquitectura y sus procesos de elaboración desde el proyecto mismo caben en esta definición.
2. A partir de aquí llamaremos arquitectura mestiza a la acción disciplinar redefinida, donde no hay diferencia entre hacer y pensar. Dónde no hay crítica de arquitectura desde “afuera” o arquitectos que hacen proyectos sin interesarse por condensar su acci[on de manera reflexiva compartida, es decir ampliar la práctica hacia el compromiso textual.
3. Este criterio no pretende insertarse de ninguna manera en la definición de riesgo desarrollada por Ulrich Beck en su texto: La sociedad del Riesgo.